domingo, 20 de julio de 2014


 "EL SUJETO Y EL PODER" 
   MICHEL FOUCAULT 


El sujeto y el poder” de Michel Foucault, es un ensayo interesante tanto por el abordaje epistémico y metodológico utilizado por el autor, como por la conceptualización del poder a la que se arriba en este recorrido. Es una muestra de cómo el ejercicio de la reflexión constante, del estudio comprometido del objeto que queremos conocer, nos conduce a nuevas conceptualizaciones, a concepciones distintas de las tradicionalmente aceptadas, que al mismo tiempo explican desde otra óptica la realidad. Es una propuesta que como lo explica Foucault supone un acercamiento más empírico, más relacionado con la situación presente y que implica por lo mismo, más relaciones entre teoría y práctica. Una propuesta que supone la conceptualización progresiva del objeto, pero que no puede fundarse en una teoría del objeto, es decir en una teoría propia para todas las épocas, ahistórica, sino al contrario, supone una conceptualización que requiere del análisis crítico, del conocimiento de las necesidades históricas que la motivan y de una conciencia histórica de la realidad en que vivimos. Desde esta perspectiva la comprensión del poder supone también la comprensión del sujeto del poder o su construcción como sujeto inmerso en relaciones de poder y capaz de provocar su cambio.
Dentro de esa ruta metodológica el autor se propone seguir un modo de investigación que consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra diferentes tipos de poder desarrolladas en los últimos años: el poder de los hombres sobre las mujeres, de los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre los enfermos metales, de la medicina sobre la población, de la administración sobre el modo de vida de la gente. Se trata, dice, de luchas que tienen en común que son a) transversales porque no se limitan a un solo país; b) tienen como objetivo los efectos del poder. Por ejemplo, la crítica a la profesión médica no hace referencia al carácter lucrativo de ésta, sino al poder incontrolado que ejerce sobre los cuerpos, la salud, la vida, la muerte de los individuos; c) son inmediatas porque no buscan el “enemigo principal”, sino el enemigo inmediato, tampoco esperan solucionar su problema en el futuro (liberaciones, revoluciones, fin de la lucha de clases); d) cuestionan el status del individuo, sostienen el derecho a ser diferentes, pero también cuestionan todo lo que puede aislar al individuos, separarlo de la vida comunitaria y atarlo a su propia identidad en un modo constructivo. Son luchas en contra del gobierno de la individualización; f) se oponen a los efectos del saber, la competencia y la calificación, a sus privilegios; pero también se oponen al misterio, a la deformación y las representaciones mistificadoras impuestas a la gente; y g) giran en torno a la cuestión de ¿quiénes somos?.
En fin, son luchas que funcionan como una técnica, como una forma de poder, sobre aquel que se ejerce sobre la vida cotidiana, son luchas contra todo aquello que ata al individuo a sí mismo, a su identidad, que lo somete a otros. Son luchas contra la sujeción, contra las formas de subjetividad y de sumisión. Distintas de las que se oponen a las formas de dominación o explotación, que perviven junto a éstas, pero que se muestran como las luchas dominantes en nuestra época.
De esta caracterización de lo observable de las resistencias, de las luchas que se libran en el mundo actual, Foucault procede a buscar la necesidad histórica de este tipo de luchas y encuentra la respuesta en la instalación del Estado a partir del Siglo XVI como nueva forma de poder político que es a la vez individualizadora y totalizadora, y que como “Estado moderno” se condensa en una estructura muy sofisticada a la que se integran los individuos con la condición de que esta individualidad adquiera una nueva forma y se vea sometida a un conjunto de mecanismos específicos, lo cual se debe, dice, a que el Estado moderno integró en una nueva forma política una vieja técnica de poder que nació con las instituciones cristianas: “el poder pastoral”. Un poder que aunque desapareció estaría inmerso en su esencia en las estructuras del Estado en el que “la salvación” asociada a aquel se convierte en una serie de metas mundanas: salud, bienestar, seguridad, protección contra accidentes. Aumentan los funcionarios del poder pastoral: la policía se constituye inicialmente, en el siglo XVIII, no solamente para mantener la ley y el orden sino también para asegurar el abastecimiento urbano, proteger la higiene, la salud y los niveles considerados como necesarios para el desarrollo de las artesanías y el comercio. Asimismo, las metas y los agentes del poder pastoral se habrían concentrado en el conocimiento del hombre, uno globalizador y cuantitativo, relativo a la población; el otro, analítico relacionado con el individuo.
Habría que agregar que no solamente estamos sujetos a ese poder pastoral, reformado y retomado por el Estado moderno que nos remite a la individualización, sino también por el poder del mercado que ha generado una serie de mecanismos subjetivos para sujetarnos, asirnos a la reproducción del capitalismo.
En otras palabras, como plantea en otro momento Foucault, el Estado se erguiría como una estructura orientada a normalizar, modificar y acomodar al individuo al orden social concebido por éste, administrando su conducta y actuando sobre sus posibilidades de acción. Concientizándolo sobre sus posibilidades y anormalidades. De ahí, afirma, que el problema político, ético, social y filosófico actual no consiste en liberar al individuo del Estado y sus instituciones, sino en “liberarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él.” Es decir, que “las luchas de resistencia irían encaminadas no a descubrir lo que somos, sino a rechazar lo que somos”, lo cual requeriría fomentar nuevas formas de subjetividad que contribuyan a crear un nuevo sujeto. Lo que en el momento actual podría resumirse en liberar al sujeto del Estado y del mercado capitalista.
Con esta conclusión, relativa al tipo de resistencias que se libran actualmente y el problema a resolver, Foucault, explica luego ¿cómo se ejerce el poder?, no como se manifiesta, sino qué pasa cuando los individuos ejercen su poder sobre otros, es decir, como se da, y concluye que el poder pone en juego relaciones entre individuos, por lo que abordar el tema significa plantearse como objeto de análisis no un poder, sino relaciones de poder, lo cual supone que el poder existe sólo cuando un individuo o grupo acciona sobre las acciones de otro o de otros. Dentro de esta lógica una característica importante del poder es que no se da fuera de esas relaciones.
Este planteamiento sobre el poder es una variación importante respecto a las explicaciones más relacionadas con el poder referido a los asuntos públicos o del Estado. Es un concepto más amplio pues supone que las estructuras y mecanismos de poder son el resultado de relaciones ejercidas por las personas. El poder así entendido refiere a la actuación de los sujetos, a la manera de conducir su conducta, de gobernalos, estructurando su posible campo de acción, lo cual requiere de sujetos libres capaces de enfrentarse entre múltiples posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas, diversas reacciones y diversos comportamientos. En este sentido para Foucault no hay relación entonces en donde uno está sujeto a otros u otros hasta el punto de inmovilizarlo e impedir su libre acción. No hay relación de poder donde existe una relación física de coacción, la violencia, que imposibilita la acción del sujeto. La posibilidad de ejercer el poder entonces también supone una serie de acciones de quienes se encuentran dentro de esa relación en desventaja y llevan a cabo acciones de resistencia para cambiar sus circunstancias frente al poder.
Conviene aquí hacer una pausa para comentar que el recorrido metodológico adoptado por Foucault le sirve para plantear una noción del poder distinta a la tradicional. Aquella que ve el poder como un ejercicio relativo sólo al Estado y sus instituciones. Partiendo, en cambio, del sujeto y de cómo se manifiesta el poder por medio de la resistencia al mismo, arriba a conclusiones diferentes que tampoco contradicen del todo las nociones existentes, sino sirven para explicarlo desde su origen, naturaleza básica y sus manifestaciones. Explicarlo a partir del cómo ocurre.
Como diría Hugo Zemelman, Foucault parte del pensamiento epistémico, se ubica en la realidad desde otra perspectiva, se distancia de los constructos, de los planteamientos teóricos para resignificar una categoría desde un ángulo distinto dándole al final un contenido diferente. “Se distancia de la realidad para no precipitar juicios teóricos que van a expresar en enunciados predicativos”. Se plantea construir el conocimiento a partir de una categoría a la que puede dársele o agregársele contenido. Se atreve a cuestionar la realidad, planteando el problema desde una postura epistémica distinta, buscando reducir la brecha que se genera entre teoría y realidad no solamente porque la realidad va a un ritmo más rápido que el de la construcción teórica, sino porque ésta tiene siempre diversas aristas desde donde se le puede observar para profundizar paulatinamente en su conocimiento.
El concepto de poder desarrollado por Foucault tiene entonces la característica de que amplía las posibilidades de análisis del poder hacia otros campos. Lo desarraiga de lo relacionado sólo con las cuestiones relativas al ejercicio público o las relaciones de clase, pues al extender la noción del poder al ejercicio de las acciones entre los sujetos, abre el campo de visión sobre el análisis en cualquier otro espacio, hacia el análisis, por ejemplo, de las relaciones de poder en el ámbito doméstico, en las relaciones de género. Remite a la propuesta que empezó a desarrollar en la década de los años 60, Kate Millet, quien definió la política “como el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo”. Esta autora feminista acuñó en el desarrollo de su Política Sexual, la idea de que “lo personal es político”.
No hay que perder de vista sin embargo que las relaciones de poder se construyen a lo largo de la historia y que con el tiempo se institucionalizan para pasar a formar parte de relaciones social y legalmente aceptadas, en donde el domino del poder deja de ser sólo parte de la dinámica entre los sujetos para formar parte de la normatividad social o convertirse en cuestiones de Estado. El Estado dice Faucoult funciona como “la instancia de control global, el principio de regulación y, en cierta medida también, la distribución de todas las relaciones de poder en un conjunto social dado”. El Estado condensa las expresiones del poder y funciona perpetuándolas en función de los intereses de los grupos dominantes, de los intereses del capitalismo, pero las relaciones de poder se constituyen y cambian a partir de las relaciones entre los sujetos. A partir del cambio continúo de la sociedad.
La libertad de los sujetos en una relación de poder es lo que hace posible que esta relación sea permanentemente dinámica, que la persona o grupos en disputa puedan cambiar con el tiempo. Las múltiples acciones de resistencia de las personas o grupos permiten los relevos en el ejercicio del poder y las transformaciones históricas e institucionales. En el caso de las relaciones de género, por ejemplo, ha habido cambios como resultado de las acciones llevadas a cabo por las mujeres respecto a la equiparación de derechos y condiciones de vida de hombres y mujeres tanto en la esfera pública como privada. Estas transformaciones a su vez han pasado a formar parte de la institucionalidad estatal, de la legislación internacional y nacional y funcionan en sentido inverso retroalimentando los cuestionamientos a la normatividad social adscrita a los tradicionales roles desempeñados por mujeres y hombres en el hogar y en la esfera pública. Se trata de un proceso incesante resultado de las acciones que los sujetos realizan sobre las acciones de otros y que van configurando históricamente las relaciones de poder entre grupos e individuos, así como su institucionalización y desinstitucionalización.
El poder no es entonces algo etéreo, superpuesto permanentemente sobre los sujetos, es el resultado de la acciones, de la libertad de los grupos, de las personas, de las mujeres y hombres que luchan y hacen posible su liberación. La investigación, por su parte, es un ejercicio de reflexión continua, de creación constante, de compromiso con la sociedad, y supone, como dice Zemelman, atreverse a cuestionar, a debatir, a perder la calma, a ir en contra de todo lo que se estima verdadero, a construir nuevos conocimientos.

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