domingo, 20 de julio de 2014

UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS
FACULTAD DE EDUCACIÓN
ALUMNA: MARIBEL CALLATA
PROFESOR:EUGENIO CORRALES PRADA
LAS PALABRAS Y  LAS COSAS: una arqueología de las ciencias humanas 
El prefacio comienza haciendo referencia a un texto de Borges el cual cita una clasificación de animales en base a una enciclopedia. A raíz de esto intenta analizar cual es el orden de las cosas, en base a que lugar común se establecen las distintas categorías de Orden. Afirma que no se puede hacer ninguna taxonomía desde un criterio universal de verdad. En la historia de las ciencias, en una cultura y época dada, hay siempre un orden regulador del saber, es decir existe todo un sistema que subyace y regula el saber (un orden mudo). Este orden mudo es el que posibilita la constitución del saber, la producción del conocimiento científico en cada época. Lo que tratará de analizar, es de qué manera a partir del siglo XVI se ha manifestado en nuestra cultura, que hay un orden y que tiene leyes. Que modalidades del orden han sido reconocidos, puestos, anudados con el espacio y el tiempo para formar “los conocimientos”. Lo que se intenta sacar a luz es el campo epistemológico, la episteme que condiciona y regula las producciones científicas. Episteme: Son todas las relaciones que han existido en determinada época entre los diversos campos de las ciencias. Todos los fenómenos de relaciones entre las ciencias o entre los diversos “discursos” en los distintos sectores científicos. 

Mas que una historia, lo que trata de realizar Foucault es una Arqueología del saber (aquello que da cuenta de las formas mas profundas de la cultura). La arqueología tratara de investigar esa episteme que condiciona y configura las diversas formas de cocimiento empírico Esta investigación arqueológica muestra dos grandes discontinuidades en la episteme de la cultura occidental: 1- Aquella con la que se inagura la época clásica (S.XVII) enfocado en el análisis entre la teoría de la representación y las del lenguaje. 2- Aquella que a principios del S.XIX señala el umbral de nuestra modernidad, tomando al hombre como objeto de estudio. Al hacer esta investigación entre estas dos edades, hace un análisis de las ciencias naturales, la lingüística y la economía, planteando que es posible encontrar en ellas una similitud, a pesar de ser tan diversos. Esto que tiene en común está a nivel inconsciente del discurso científico y lo llamara “Inconsciente Positivo del Saber”. Es decir, tratara de traer a la luz, de poner en relieve, o de forma consciente, aquella similitud que tenían ambas ciencias, y que hasta el momento no se sabía o no se tenía en cuenta, es decir, se mantenía en forma inconsciente. Lo que tenían en común estas tres ciencias, es que utilizaban los mismos modos para producir el conocimiento, es decir, utilizar las mismas reglas para definir objetos propios de su campo de estudio, para formar conceptos y construir teorías. 

Las nociones establecidas por Foucault, son de gran importancia para el estudio de la historia de la psicología. Por medio de la Arqueología, puede dar cuenta de los cambios de episteme que hubo en esta ciencia, en las diferentes épocas y como estas estaban determinadas por el tiempo en que se encontraban y la cultura. Las prácticas discursivas de las ciencias, pueden parecer libres, pero se hallan fuertemente condicionadas por las estructuras epistemológicas. A su vez, estos conocimientos darían lugar a las diversas direcciones que fue tomando esta ciencia. La arqueología es el método que le permitirá definir el modo en que las ciencias sociales, se han constituido, entre ellas la psicología. Propone la representación como reordenamiento del saber, la que dará lugar al surgimiento de esta como disciplina científica. Es decir al hacer a la ciencia más flexible, incorporaría la ciencia del hombre como campo del saber científico. 

Orden: es la ley interior de las cosas, la red secreta según la cual se miran en cierta forma unas cosas con otras, que se encuentre impuesto desde el lenguaje. Los cambios en las ciencias sociales, no significan progreso necesariamente, el sistema de orden que lo rige, es el que cambia. 
La aparición de la noción de hombre en la historia de las ciencias, no es casual, también esta determinado por cambios epistémicos. Su antropología se opone, expresa y abiertamente, a la idea de ser humano, fundante e incondicionada, propuesta por la humanidad. 

Poder: No es algo que limita, sino que produce. Se ejerce y se impone, no como una potencia que dice NO, sino a través de la producción del saber y de la verdad por la organización de los discursos. Más que prohibir, el poder gobierna, presenta al individuo alternativas validas para la acción. Induce, encausa, produce cosas. Hay que considerarlo como una red productiva, un dispositivo que pasa a través de todo cuerpo social, en lugar de ser una instancia negativa aquí tiene por función reprimir

Arqueología del saber

En su obra “Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas” publicada en 1966 Foucault va a tratar la historia del orden de las cosas (historia de lo Mismo). El autor  se va a centrar en el ámbito discursivo. Su tema central, como reza el subtítulo, es preguntarse por la emergencia en el saber del objeto hombre y por la configuración de unas ciencias humanas. Tal cuestión significa enfrentarse con la idea de que el hombre, tal como funciona en nuestro saber, sea la más antigua preocupación humana desde los griegos. Además, la historia se convierte en un proceso sin sujeto ni fines en la que el hombre es un efecto de la red de relaciones que lo constituyen.

La investigación abarca del Renacimiento a nuestros días, estudiando tres grandes epistemes (discontinuidades): Renacimiento, época clásica (mediados XVII a fines del XVIII) y el período inaugurado en el XIX.En el Renacimiento, en un mundo mágico y analógico, reina el orden de la semejanza, todo consiste en descifrar y buscar semejanzas entre órdenes diferentes; ciertos signos (signaturas) nos permiten reconocer similitudes.

En el Quijote de la Mancha, de Cervantes, aparece con claridad esa ruptura que termino  por desalojar a la semejanza y permitió tejer la red del lenguaje desde la función de la representación. En la primera parte del libro -aparecida en 1605-  Don Quijote sale al mundo en busca de semejanzas, de identidades. Busca leer, en el mundo, los signos de la escritura.

Los libros de caballerías le sirven de guía. Pero, su fracaso es testimonio de que ya no hay ajuste entre las palabras y las cosas. Al volver, en la segunda parte, ya se toma a sí mismo como objeto. Don Quijote es ya una realidad, a tomado cuerpo en el lenguaje. Surge así, en la literatura del Siglo XVII, el “poder representativo del lenguaje”. Por ello dice Foucault que la novela cumbre de Cervantes es la primera de las obras modernas. Allí, el lenguaje se toma a sí mismo como objeto y su función es ahora “representar” el mundo. El loco (Don Quijote) es aquél que añora el imperio de la semejanza.

El “saber clásico” en palabras de Foucault, adquiere a partir del subimiento de la representación, una función. No es, como habitualmente se entiende, un saber mecanicista, tampoco racionalista. Está ligado, más bien, a la función de mathesis, en tanto “ciencia universal de la medida y del orden”. No se trata de matematizar las relaciones entre las cosas del mundo. Se trata aquí de un ordenamiento de las relaciones entre los seres del mundo. A partir de esto comenzarán a surgir, casi a germinar, una serie de dominios del saber que no existían hasta entonces.

Aparecerán –según expresa Foucault- la gramática general, la historia natural y el análisis de las riquezas. Son, todas ellas, ciencias del orden: una el dominio de los seres, otra en el de las palabras y la última en el de las necesidades.

Estas tres ciencias no funcionan si no a condición de hacer figurar las realidades sensibles en un discurso ordenado, sin aparecer la génesis o modo de producción y evolución.
A finales del siglo XVIII se produce en los anteriores campos del saber una mutación que asigna un cambio de episteme, dando lugar al triedro del saber moderno: filología (lenguaje), biología (vida) y economía política (trabajo).  Se constituye la Historia como objeto de saber, como condición de posibilidad de nuevos dominios empíricos.
Pero es, sin duda, la representación, una condición de posibilidad de su aparición y del advenimiento correlativo de las ciencias sociales. Al introducir un muro –a decir de Lacan- entre el sujeto y el mundo, al disociar palabras y entes, ha establecido una condición fundamental para que las cosas puedan “representarse”.

La historia del saber o la llamada historia de las ideas pretenden recoger lo que se ha dicho en orden sucesivo, situándose a nivel de superficie visible de las cosas. Foucault pretende colocar su discurso en un orden más profundo, aquel que hace posible emerger toda forma de saber. A este método lo llama arqueología (evocando aquí las ideas de excavación y registro), como técnica para descubrir lo que en una época dada es decible, lo que está por debajo de las ciencias, las concepciones no enunciadas explícitamente que constituyen las condiciones del saber. Si entendiéramos por archivo, como quiere Foucault, el juego de reglas que determinan en una cultura la aparición y desaparición de los enunciados y objetos que el saber fabrica, su actividad cabría llamarla de archivista.

El inconciente positivo del saber


Foucault, al hacer un análisis de las ciencias naturales, la lingüística y la economía, plantea que es posible encontrar en ellas una similitud a pesar de ser tan diversas (isomorfismo). A eso que tienen en común estas ciencias, que se encuentra a nivel inconciente del discurso científico Foucault llamara Inconsciente positivo del saber. Lo similar en ellas es que utilizaron las mismas reglas para definir objetos propios de sus campos de estudio, para formar conceptos y construir teorías. Es decir, que estas tres ciencias utilizaron los mismos modos para producir conocimiento.

Un estudio arqueológico del la historia de las ciencias, dará cuenta de las reglas de formación de estas producciones científicas. Entendiendo por arqueología el introducirse en lo profundo de cada cultura. De esta manera, tratara de investigar cual es la episteme que condiciona y regula las producciones científicas. La  episteme estructura los diversos campos de saber de determinada época y son todas aquellas relaciones que han existido en una época entre los distintos campos de la ciencia, o los diferentes discursos en los sectores sociales de aquella.
La arqueología del saber se ocupa del estudio de las epistemes, captando la sucesión de las mismas en su devenir, lo que no implica ni progreso ni sentido alguno.
Podemos asociar el el concepto de “inconsciente positivo del saber “con la forma de ejercer el poder implícita en cada época. Foucault va a decir que el poder se ejerce y se impone no por el ejercicio de la fuerza sino por la producción del saber, de la verdad y por la organización de los discursos.

Lo que hace que el poder se sostenga, que sea aceptado, es esencialmente que no pesa sólo como potencia que dice “no”, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, y produce discursos. Hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través  de todo cuerpo social en lugar de ser una instancia negativa que tiene por función reprimir.

Importancia de Foucault en la historia de la psicología

En el texto “La psicología de 1850 a 1950”, Foucault hace un análisis sobre la Historia de la Psicología, desde sus inicios hasta nuestros días. 
El texto comienza haciendo referencia a que la psicología del siglo XIX heredo la preocupación por alinearse con las ciencias de la naturaleza y por reencontrar en el hombre la prolongación de las leyes que rigen los fenómenos naturales.

Así es como el destino de esta psicología, que quiso ser un conocimiento positivo, vino a descansar sobre dos postulados filosóficos: que la verdad del hombre se agotaba en su ser natural y que el camino de todo conocimiento científico debía pasar por la determinación de vínculos cuantitativos, la construcción de hipótesis y la verificación experimental.
Siguiendo al autor, toda la historia de la psicológica, hasta mediados del siglo XX, es la historia paradojal de las contradicciones entre ese proyecto y estos postulados; por perseguir el ideal del rigor y la exactitud de las ciencias de la naturaleza fue llevada a renunciar a sus postulados.  La idea de un precisión objetiva y casi matemática en el dominio de las ciencias humanas no es aceptable si el hombre mismo no es más del orden de lo natural. De modo que la psicología se obligó a sí misma, en el curso de su historia, a una renovación total y al descubrir un nuevo status del hombre, se impuso a sí misma como ciencia un estilo nuevo.
Para el autor, La renovación radical de la psicología como ciencia del hombre, no es, por lo tanto, solo un hecho histórico cuyo desarrollo pueda situarse en los últimos cien años; es una tarea incompleta que queda por cumplir y en ese sentido, permanece a la orden del día.

Foucault hace referencia a que la psicología, en su afán de desprenderse de la filosofía va a convertirse en una psicología que va a tomar el método de las ciencias naturales. Pero dirá que la psicología del siglo XX tendrá que separarse  necesariamente de este método intentando ver ,en la conducta humana, el actuar del hombre como un objetivo. Se refiere a que el hombre no es solamente naturaleza. Es ese nuevo status  el que tendrá que sostener, al referirse a los objetivos que se manifiestan cuando el hombre actúa, habla, atribuyéndole un significado, un sentido. Lo significativo es una equivalencia, por esta razón la psicología va a buscar respuestas a estas significaciones regidas en la conducta y comportamientos del hombre y va a buscar una idea de ser humano, no solamente visto desde el aspecto de la psicología. 

ANÁLISIS


En Las palabras y las cosas se analiza justamente las diferentes constituciones de nuevos objetos de conocimientos según el devenir de los diferentes períodos históricos. Se muestra asimismo las bisagras extremas que separan cada época. Entre el Renacimiento y la época neo clásica, se yergue Don Quijote; entre el clasicismo de los siglos XVII y XVIII, y comienzo del XIX se alza una figura duplicada: Justine y Juliette.Entre el loco de las representaciones, el caballero medieval anacrónico -Don Quijote- y las locas por pasividad o actividad del deseo corporal, la objeto y la sujeto de deseo inventadas por Sade, se impone un orden regido por la episteme. Además, hay otro orden, el del poder, pero esa instancia  no es tema de Las palabras y las cosas, sino de Vigilar y castigar; aunque Foucault se había ocupado del poder en La historia de la locura y se ocupará más sistemáticamente en obras posteriores.Don Quijote es emblema de un mundo donde ya el lenguaje no se involucra con las cosas, donde se comienza a diferenciar entre las palabras y las cosas. Él que era producto del discurso escrito, muere cuando la representación (modo de conocer moderno) le gana a las semejanzas (modo de conocer medieval). Por su parte, Justine, producto de su época, va dejando de ser palabra para ser representación del deseo de los otros, y Juliette ya es temporalidad, sujeto deseante ella misma, no mero objeto del deseo de otro. Juliette es algo así como la consumación de la modernidad, es sujeto autónomo. Y ambas “representan” asimismo la duplicidad propia de las ciencias sociales, en las que el sujeto de estudio interactúa con el objeto a estudiar, desarticulando el supuesto positivista de que sujeto y objeto se relacionan “sin contaminarse”, “tomando distancia” y garantizando “objetividad” o, dicho de otra manera, que el objeto existe per se y el sujeto no tiene nada que ver con él y simplemente lo refleja como un espejo, cuando –en realidad- más que entre verdades objetivas inmóviles y perennes el conocimiento circula entre enfrentamientos, conflictos, violaciones a las cosas y juegos de palabras.Parecería entonces que el libro de Foucault  habla del desorden, sin embargo, habla del orden, del elemento apolíneo y de los efectos de contrariarlos. Por su parte, Nietzsche, en El nacimiento de la tragedia, muestra que lo dionisiaco no puede expresarse plenamente, pero sí lo apolíneo que es utilizado para abordar lo que realmente le importa a la mayoría, que no siempre es lo relevante para Nietzsche.En Las palabras y las cosas, lo dionisiaco se mantiene en los bordes. Así como, en El nacimiento de la tragedia, el tema fundamental, la ciencia, es elidido y, no obstante -o precisamente por ello- es lo realmente importante de ese libro. Dice Nietzsche en sus primeras páginas que el contenido de la obra no está explícito. La primera edición fue en 1871, y en su tercera edición, 1886, el filósofo le agregó una introducción que tituló “Ensayo de autocrítica”. En esa introducción afirma que la tarea de El nacimiento de la tragedia es dilucidar el problema de la ciencia y que la obra plantea un problema nuevo, inédito hasta entonces, el de la ciencia concebida como problemática, como discutible, como posibilidad de saber dionisiaco, desprejuiciado, “desmoralizado”, libre, cuya contracara obvia es la apolínea ciencia occidental, moderna y positivista, auto proclamada universal y verdadera.
Foucault hace una torsión hacia las consignas nietzscheanas y se plantea como verdadero horizonte de sentido, en su libro sobre las palabras y las cosas, el tema de la ciencia. Aunque en este caso, no se trata ya de ciencia gaya, sino de ciencia nova (para fin del siglo XVIII, comienzos del XIX). Se trata del saber que tiene por objeto de estudio al ser vivo que trabaja y habla. En definitiva, el libro comienza y termina recorriendo caminos nietzscheanos. Se trata de una arqueología genealógica que culmina con la idea de la muerte de Dios, que necesariamente lleva implícita en sí la muerte del hombre.
En Las palabras y las cosas se les dice, a los que todavía se plantean preguntas sobre qué es el hombre en su esencia, que esas esencias, hace ya tanto tiempo denunciadas como simples palabras, no preocupan seriamente a nadie. A los esencialismos, neopositivismos y formalismos –hoy- simplemente podemos contestar con una risa filosófica. Una risa nietzscheana reflexiva y silenciosa, como la evocada por Foucault en las páginas finales de Las palabras y las cosas.


CONCLUSIÓN



Foucault expresa que todas las escuelas van a decir algo sobre las acciones humanas. Estas  van a tener un significado según cada escuela y desde allí se ira  poniendo en duda o cuestionando, el método de las ciencias naturales como referencia para las actividades de la psicología del siglo XX ¿marcadas por una reflexión lingüística? 
Se puede decir que la psicología contemporánea es en su origen, un análisis de lo anormal, de lo patológico, de lo conflictivo, una reflexión sobre las contradicciones del hombre consigo mismo. Y si se transformó en un psicología de lo normal, de lo adaptativo, de lo ordenado, es de una manera secundaria, como un esfuerzo por dominar esas contradicciones.
El problema de la psicología contemporánea –que es para ella un problema de vida o muerte – es el de saber en qué  medida es capaz efectivamente de dominar las contradicciones que la hicieron nacer, a partir de ese abandono de la objetividad naturalista que parece ser su otro rasgo destacado. Esta es la pregunta que la historia de la psicología debe responder por sí misma.  


 "EL SUJETO Y EL PODER" 
   MICHEL FOUCAULT 


El sujeto y el poder” de Michel Foucault, es un ensayo interesante tanto por el abordaje epistémico y metodológico utilizado por el autor, como por la conceptualización del poder a la que se arriba en este recorrido. Es una muestra de cómo el ejercicio de la reflexión constante, del estudio comprometido del objeto que queremos conocer, nos conduce a nuevas conceptualizaciones, a concepciones distintas de las tradicionalmente aceptadas, que al mismo tiempo explican desde otra óptica la realidad. Es una propuesta que como lo explica Foucault supone un acercamiento más empírico, más relacionado con la situación presente y que implica por lo mismo, más relaciones entre teoría y práctica. Una propuesta que supone la conceptualización progresiva del objeto, pero que no puede fundarse en una teoría del objeto, es decir en una teoría propia para todas las épocas, ahistórica, sino al contrario, supone una conceptualización que requiere del análisis crítico, del conocimiento de las necesidades históricas que la motivan y de una conciencia histórica de la realidad en que vivimos. Desde esta perspectiva la comprensión del poder supone también la comprensión del sujeto del poder o su construcción como sujeto inmerso en relaciones de poder y capaz de provocar su cambio.
Dentro de esa ruta metodológica el autor se propone seguir un modo de investigación que consiste en tomar como punto de partida las formas de resistencia contra diferentes tipos de poder desarrolladas en los últimos años: el poder de los hombres sobre las mujeres, de los padres sobre los hijos, de la psiquiatría sobre los enfermos metales, de la medicina sobre la población, de la administración sobre el modo de vida de la gente. Se trata, dice, de luchas que tienen en común que son a) transversales porque no se limitan a un solo país; b) tienen como objetivo los efectos del poder. Por ejemplo, la crítica a la profesión médica no hace referencia al carácter lucrativo de ésta, sino al poder incontrolado que ejerce sobre los cuerpos, la salud, la vida, la muerte de los individuos; c) son inmediatas porque no buscan el “enemigo principal”, sino el enemigo inmediato, tampoco esperan solucionar su problema en el futuro (liberaciones, revoluciones, fin de la lucha de clases); d) cuestionan el status del individuo, sostienen el derecho a ser diferentes, pero también cuestionan todo lo que puede aislar al individuos, separarlo de la vida comunitaria y atarlo a su propia identidad en un modo constructivo. Son luchas en contra del gobierno de la individualización; f) se oponen a los efectos del saber, la competencia y la calificación, a sus privilegios; pero también se oponen al misterio, a la deformación y las representaciones mistificadoras impuestas a la gente; y g) giran en torno a la cuestión de ¿quiénes somos?.
En fin, son luchas que funcionan como una técnica, como una forma de poder, sobre aquel que se ejerce sobre la vida cotidiana, son luchas contra todo aquello que ata al individuo a sí mismo, a su identidad, que lo somete a otros. Son luchas contra la sujeción, contra las formas de subjetividad y de sumisión. Distintas de las que se oponen a las formas de dominación o explotación, que perviven junto a éstas, pero que se muestran como las luchas dominantes en nuestra época.
De esta caracterización de lo observable de las resistencias, de las luchas que se libran en el mundo actual, Foucault procede a buscar la necesidad histórica de este tipo de luchas y encuentra la respuesta en la instalación del Estado a partir del Siglo XVI como nueva forma de poder político que es a la vez individualizadora y totalizadora, y que como “Estado moderno” se condensa en una estructura muy sofisticada a la que se integran los individuos con la condición de que esta individualidad adquiera una nueva forma y se vea sometida a un conjunto de mecanismos específicos, lo cual se debe, dice, a que el Estado moderno integró en una nueva forma política una vieja técnica de poder que nació con las instituciones cristianas: “el poder pastoral”. Un poder que aunque desapareció estaría inmerso en su esencia en las estructuras del Estado en el que “la salvación” asociada a aquel se convierte en una serie de metas mundanas: salud, bienestar, seguridad, protección contra accidentes. Aumentan los funcionarios del poder pastoral: la policía se constituye inicialmente, en el siglo XVIII, no solamente para mantener la ley y el orden sino también para asegurar el abastecimiento urbano, proteger la higiene, la salud y los niveles considerados como necesarios para el desarrollo de las artesanías y el comercio. Asimismo, las metas y los agentes del poder pastoral se habrían concentrado en el conocimiento del hombre, uno globalizador y cuantitativo, relativo a la población; el otro, analítico relacionado con el individuo.
Habría que agregar que no solamente estamos sujetos a ese poder pastoral, reformado y retomado por el Estado moderno que nos remite a la individualización, sino también por el poder del mercado que ha generado una serie de mecanismos subjetivos para sujetarnos, asirnos a la reproducción del capitalismo.
En otras palabras, como plantea en otro momento Foucault, el Estado se erguiría como una estructura orientada a normalizar, modificar y acomodar al individuo al orden social concebido por éste, administrando su conducta y actuando sobre sus posibilidades de acción. Concientizándolo sobre sus posibilidades y anormalidades. De ahí, afirma, que el problema político, ético, social y filosófico actual no consiste en liberar al individuo del Estado y sus instituciones, sino en “liberarnos del Estado y del tipo de individualización vinculada con él.” Es decir, que “las luchas de resistencia irían encaminadas no a descubrir lo que somos, sino a rechazar lo que somos”, lo cual requeriría fomentar nuevas formas de subjetividad que contribuyan a crear un nuevo sujeto. Lo que en el momento actual podría resumirse en liberar al sujeto del Estado y del mercado capitalista.
Con esta conclusión, relativa al tipo de resistencias que se libran actualmente y el problema a resolver, Foucault, explica luego ¿cómo se ejerce el poder?, no como se manifiesta, sino qué pasa cuando los individuos ejercen su poder sobre otros, es decir, como se da, y concluye que el poder pone en juego relaciones entre individuos, por lo que abordar el tema significa plantearse como objeto de análisis no un poder, sino relaciones de poder, lo cual supone que el poder existe sólo cuando un individuo o grupo acciona sobre las acciones de otro o de otros. Dentro de esta lógica una característica importante del poder es que no se da fuera de esas relaciones.
Este planteamiento sobre el poder es una variación importante respecto a las explicaciones más relacionadas con el poder referido a los asuntos públicos o del Estado. Es un concepto más amplio pues supone que las estructuras y mecanismos de poder son el resultado de relaciones ejercidas por las personas. El poder así entendido refiere a la actuación de los sujetos, a la manera de conducir su conducta, de gobernalos, estructurando su posible campo de acción, lo cual requiere de sujetos libres capaces de enfrentarse entre múltiples posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas, diversas reacciones y diversos comportamientos. En este sentido para Foucault no hay relación entonces en donde uno está sujeto a otros u otros hasta el punto de inmovilizarlo e impedir su libre acción. No hay relación de poder donde existe una relación física de coacción, la violencia, que imposibilita la acción del sujeto. La posibilidad de ejercer el poder entonces también supone una serie de acciones de quienes se encuentran dentro de esa relación en desventaja y llevan a cabo acciones de resistencia para cambiar sus circunstancias frente al poder.
Conviene aquí hacer una pausa para comentar que el recorrido metodológico adoptado por Foucault le sirve para plantear una noción del poder distinta a la tradicional. Aquella que ve el poder como un ejercicio relativo sólo al Estado y sus instituciones. Partiendo, en cambio, del sujeto y de cómo se manifiesta el poder por medio de la resistencia al mismo, arriba a conclusiones diferentes que tampoco contradicen del todo las nociones existentes, sino sirven para explicarlo desde su origen, naturaleza básica y sus manifestaciones. Explicarlo a partir del cómo ocurre.
Como diría Hugo Zemelman, Foucault parte del pensamiento epistémico, se ubica en la realidad desde otra perspectiva, se distancia de los constructos, de los planteamientos teóricos para resignificar una categoría desde un ángulo distinto dándole al final un contenido diferente. “Se distancia de la realidad para no precipitar juicios teóricos que van a expresar en enunciados predicativos”. Se plantea construir el conocimiento a partir de una categoría a la que puede dársele o agregársele contenido. Se atreve a cuestionar la realidad, planteando el problema desde una postura epistémica distinta, buscando reducir la brecha que se genera entre teoría y realidad no solamente porque la realidad va a un ritmo más rápido que el de la construcción teórica, sino porque ésta tiene siempre diversas aristas desde donde se le puede observar para profundizar paulatinamente en su conocimiento.
El concepto de poder desarrollado por Foucault tiene entonces la característica de que amplía las posibilidades de análisis del poder hacia otros campos. Lo desarraiga de lo relacionado sólo con las cuestiones relativas al ejercicio público o las relaciones de clase, pues al extender la noción del poder al ejercicio de las acciones entre los sujetos, abre el campo de visión sobre el análisis en cualquier otro espacio, hacia el análisis, por ejemplo, de las relaciones de poder en el ámbito doméstico, en las relaciones de género. Remite a la propuesta que empezó a desarrollar en la década de los años 60, Kate Millet, quien definió la política “como el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo”. Esta autora feminista acuñó en el desarrollo de su Política Sexual, la idea de que “lo personal es político”.
No hay que perder de vista sin embargo que las relaciones de poder se construyen a lo largo de la historia y que con el tiempo se institucionalizan para pasar a formar parte de relaciones social y legalmente aceptadas, en donde el domino del poder deja de ser sólo parte de la dinámica entre los sujetos para formar parte de la normatividad social o convertirse en cuestiones de Estado. El Estado dice Faucoult funciona como “la instancia de control global, el principio de regulación y, en cierta medida también, la distribución de todas las relaciones de poder en un conjunto social dado”. El Estado condensa las expresiones del poder y funciona perpetuándolas en función de los intereses de los grupos dominantes, de los intereses del capitalismo, pero las relaciones de poder se constituyen y cambian a partir de las relaciones entre los sujetos. A partir del cambio continúo de la sociedad.
La libertad de los sujetos en una relación de poder es lo que hace posible que esta relación sea permanentemente dinámica, que la persona o grupos en disputa puedan cambiar con el tiempo. Las múltiples acciones de resistencia de las personas o grupos permiten los relevos en el ejercicio del poder y las transformaciones históricas e institucionales. En el caso de las relaciones de género, por ejemplo, ha habido cambios como resultado de las acciones llevadas a cabo por las mujeres respecto a la equiparación de derechos y condiciones de vida de hombres y mujeres tanto en la esfera pública como privada. Estas transformaciones a su vez han pasado a formar parte de la institucionalidad estatal, de la legislación internacional y nacional y funcionan en sentido inverso retroalimentando los cuestionamientos a la normatividad social adscrita a los tradicionales roles desempeñados por mujeres y hombres en el hogar y en la esfera pública. Se trata de un proceso incesante resultado de las acciones que los sujetos realizan sobre las acciones de otros y que van configurando históricamente las relaciones de poder entre grupos e individuos, así como su institucionalización y desinstitucionalización.
El poder no es entonces algo etéreo, superpuesto permanentemente sobre los sujetos, es el resultado de la acciones, de la libertad de los grupos, de las personas, de las mujeres y hombres que luchan y hacen posible su liberación. La investigación, por su parte, es un ejercicio de reflexión continua, de creación constante, de compromiso con la sociedad, y supone, como dice Zemelman, atreverse a cuestionar, a debatir, a perder la calma, a ir en contra de todo lo que se estima verdadero, a construir nuevos conocimientos.


 LA METÁFORA CONCEPTUAL
Cristina Soriano

La metáfora conceptual es un fenómeno de cognición en el que un área semántica o dominio se representa conceptualmente en términos de otro. Esto quiere decir que utilizamos nuestro conocimiento de un campo conceptual, por lo general concreto o cercano a la experiencia física, para estructurar otro campo que suele ser más abstracto. El primero se denomina dominio fuente, puesto que es el origen de la estructura conceptual que importamos. El segundo se denomina dominio meta o destino. Tal como se vio en capítulos anteriores (Cap. 1.1), existe la convención tipográfica de indicar los dominios conceptuales en versalita (DOMINIO) y las metáforas conceptuales mediante la fórmula EL DOMINIO META ES EL DOMINIO ORIGEN. Así, por ejemplo, la metáfora conceptual según la cuál conceptualizamos el tiempo en términos de dinero se denomina convencionalmente EL TIEMPO ES DINERO. Esta metáfora o “manera de pensar no literal” es responsable de múltiples expresiones en español (además de en otros idiomas), como ganar tiempo, malgastar el tiempo, ahorrar tiempo, robar tiempo, hipotecar tu tiempo oinvertir tiempo en algo. 
Es importante distinguir entre metáfora conceptual y expresión lingüística metafórica. Las metáforas conceptuales son esquemas abstractos de pensamiento que se manifiestan de muchas formas, entre ellas el lenguaje. Estas expresiones lingüísticas pueden variar de una lengua a otra, aunque la metáfora conceptual sea la misma. Por ejemplo, en español podemos decir que alguien ha hipotecado su tiempo, lo cual no es posible en inglés. Sin embargo la misma metáfora existe en inglés expresada mediante otras construcciones como ahorrar tiempo (‘save time’) o administrarse el tiempo (‘budget time’).  Una metáfora conceptual indica un conjunto de asociaciones sistemáticas – también llamadas proyecciones – entre elementos del dominio fuente y el dominio meta, así como un conjunto de inferencias que resultan posibles gracias a esa asociación. Las asociaciones entre elementos se denominan correspondencias ontológicas (p. ej., la persona que posee dinero se corresponde con la persona que dispone de tiempo) y las proyecciones de conocimiento, que nos permiten hacer inferencias, se denominan proyecciones o correspondencias epistémicas. Por ejemplo, una correspondencia epistémica en la metáfora EL TIEMPO ES DINERO es la que se establece entre nuestro conocimiento de que el dinero es valioso y nuestro conocimiento de que el tiempo también tiene valor. 



EL ORIGEN DE LAS METÁFORAS
Las metáforas conceptuales no son arbitrarias. Su aparición puede responder a varias causas. Según la literatura, la principal motivación de una metáfora conceptual puede residir en su base experiencial o en la percepción que hacemos de un parecido (en inglés resemblance) entre dos dominios (Grady 1999). Veamos estas dos motivaciones con un poco más de detalle. Una de las razones por las que numerosas metáforas conceptuales son comunes a muchos idiomas del mundo es que la asociación entre los dominios fuente y meta tiene una base experiencial. Esto quiere decir que los dos dominios co-ocurren de manera sistemática en las interacciones que establecemos con el entorno. Por ejemplo, el dominio del CALOR se utiliza para estructurar el campo del AFECTO en muchos idiomas (EL AFECTO ES CALOR), y por ello decimos que una persona “cálida” es una persona afectuosa, mientras que una persona “fría” no lo es. Otras muchas expresiones (en español y otros idiomas) explotan la misma asociación: caluroso aplauso, gélida acogida, comportarse con frialdad etc. La asociación probablemente se debe a una correlación entre el afecto y el calor en nuestras experiencias vitales más tempranas, cuando la sensación de afecto está sistemáticamente ligada a la experiencia fisiológica de tibieza procedente del cuerpo de la madre o el padre que abrazan a su bebé. Estudios experimentales recientes (ver sección 4) sugieren que esta relación temperatura-afecto es mucho más que un fenómeno del lenguaje y, tal como apunta la teoría de la metáfora conceptual, la asociación es automática e influye decisivamente en nuestra forma de percibir o concebir el mundo. 
La segunda motivación de las metáforas conceptuaaleses la percepción de un parecidoentre dos dominios. El parecido puede ser real y objetivo (en la forma o la función de dos cosas – por ejemplo entre la forma de un ratón y la del accesorio informático con el mismo nombre), o simplemente “percibido” (en inglés perceived similarity). Un parecido percibido es un parecido que construimos entre dos entidades objetivamente diferentes porque según nuestros modelos culturales tienen algún rasgo en común, o porque las metáforas conceptuales que ya poseemos nos invitan a ver una similitud 90entre ellos. Por ejemplo, los linces y las personas inteligentes tienen objetivamente poco en común, exceptuando un rasgo que se adjudica a ambos en nuestra cultura: el de ser astutos. Del mismo modo las ratas y las personas tienen poco en común, pero la poca estima que despiertan estos animales y su presencia en zonas sucias, unida a la existencia de una metáfora conceptual según la cuál lo inmoral se conceptualiza en términos de suciedad (INMORAL ES SUCIO) y lo moral como limpieza (MORAL ES LIMPIO), nos permiten conceptualizar y describir a las personas sin escrúpulos como “ratas”. 
PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS
Las secciones anteriores ya han presentado indirectamente algunas de las características más importantes de las metáforas. Por ejemplo, las metáforas conceptuales se caracterizan por ser un fenómeno cognitivo, no un simple accidente lingüístico, y por esta razón su presencia es ubicua dentro y fuera del lenguaje. En esta sección analizaremos algunas otras de sus características más relevantes.
3.1. Lo abstracto en términos de lo concreto y corporeización (embodiment) Tal como apuntamos en la sección anterior, una de las características más importantes de muchas metáforas conceptuales es que encuentran su motivación en nuestra experiencia senso-motora del mundo. Esto quiere decir que su aparición está mediada por las características del entorno en que vivimos y del cuerpo con el que lo percibimos, de ahí que digamos que muchas metáforas conceptuales están “corporeizadas” (p. ej., Gibbs 2006a). En general utilizamos información de un dominio concreto y perceptual para estructurar otro dominio más abstracto. Por ejemplo, los conceptos abstractos del BIEN y del MALdependen en parte de otros dos más concretos y sensoriales: la CLARIDAD y la OSCURIDAD (verlo todo negro, el lado oscuro de la Fuerza, ser un rayo de esperanza), posiblemente porque cuando hay claridad podemos desenvolvernos bien, mientras que en la oscuridad existen más riesgos. El TIEMPO, también una abstracción, se representa metafóricamente en términos de ESPACIO y MOVIMIENTO (¡cómo corre el tiempo!, ya se pasó el verano, se acerca la Navidad), algo más concreto que sí podemos percibir con los sentidos. La SIMILITUD se entiende en términos de CERCANÍA (demandas muy cercanas, posturas muy próximas), el CONTROL como posición ARRIBA (tiene poder sobre ella, está bajo su tutela, es superior a mí), y COMPRENDER en términos de VER (es muy oscuro hablando, ya veo lo que quieres decir). Otro ejemplo claro son las EMOCIONES, un fenómeno abstracto que conceptualizamos ayudados por dominios más concretos como la TEMPERATURA .



LA METÁFORA A NUESTRO ALREDEDOR
Además de la semántica y la psicología cognitiva, muchas otras disciplinas han adoptado el marco teórico que ofrece la teoría de la metáfora conceptual. Entre ellas cabe citar el aprendizaje y la adquisición de lenguas (Gibbs 1994, Johnson 1999, Özçalışkan 2007, Özçalışkan y Goldin-Meadow 2006, Piquer Píriz, 2005, 2008, 2010), el estudio de la lengua de signos (Grushkin 1998, Taub 2001, Wilcox 2000, 2004), la crítica literaria (Calderón Quindós 2005, Freeman 1995, Sánchez-García 2003, Steen 1994), el estudio de la gramática (Goldberg 1996, Panther, Thornburg y Barcelona 2009) y la filosofía (Johnson 1987). Otro ámbito de aplicación es la enseñanza de idiomas, donde se ha descubierto que en ocasiones las expresiones idiomáticas de una nueva lengua y los distintos significados de las palabra (polisemia) pueden aprenderse más fácilmente si se conoce su origen metafórico y, por tanto, la relación que existe entre ellos (Boers 2000, Boers y Demecheleer 1998, Boers y Lindstromberg 2008, Csábi 2004, Herrera y White 2000b, Hijazo Gascón 2011a, Holme 2004, Littlemore 2009, Littlemore y Low 200
CONCLUSIONES
La Teoría de la Metáfora Conceptual es una de las ramas de la Lingüística Cognitiva más estudiadas. Sin duda esto se debe a que la metáfora conceptual es un fenómeno fascinante con múltiples aplicaciones dentro y fuera del estudio del lenguaje, y que atrae por tanto a investigadores de muy diversas disciplinas. Una de sus aportaciones más importantes es el descubrimiento de que gran parte de lo que decimos tiene una base metafórica. Esto no quiere decir que sea creativo, sino que el significado de esas construcciones (sustantivos, verbos, preposiciones, expresiones idiomáticas, etc.) está basado en sentidos originales más concretos, físicos y en muchos casos sensoriales. La evidencia lingüística sugiere que la metáfora juega un papel fundamental en el cambio semántico y apunta a una naturaleza corporeizada del lenguaje. La Teoría de la Metáfora Conceptual nos descubre también que el lenguaje refleja asociaciones estables en nuestra representación de ciertos conceptos o dominios de conocimiento, y que estas asociaciones influyen en nuestra manera de pensar y percibir el mundo. La psicología experimental ha empezado ya a dar prueba de ello. La metáfora puede explotarse activamente con fines pedagógicos (por ejemplo en la enseñanza de idiomas), persuasivos (en publicidad, o en negociación) e incluso terapéuticos (Moix Queraltó 2006). Es además una herramienta útil para analizar los discursos que producimos y con los que nos enfrentamos a diario, como el discurso económico, legal, religioso o político. Gracias a ella descubrimos las asociaciones implícitas, quizá subconscientes, con las que representamos la realidad – nuestra realidad. 
La metáfora encuentra su motivación en la percepción que hacemos de un parecido o una correlación experiencial, pero el contexto cultural y la existencia de otros mecanismos cognitivos – como el pensamiento metonímico – son las circunstancias que constituyen el marco conceptual y social que constriñe esas causas. Esta naturaleza corporeizada y a la vez cultural de la metáfora nos permite explorar qué es universal y qué es específico en las representaciones que ofrecen los distintos idiomas del mundo, y avanzar de este modo no sólo en nuestro conocimiento del lenguaje, sino de la cognición humana. 






















miércoles, 16 de julio de 2014

LINGÜÍSTICA COGNITIVA: ORIGEN, PRINCIPIOS Y TENDENCIAS


Autores/as: Ibarretxe, Iraide; Valenzuela, Javier, eds.
Título: Lingüística cognitiva
Año de publicación: 2012
Lugar de edición: Barcelona
Editorial: Anthropos

Descripción
El presente libro es una introducción a la corriente conocida como Lingüística Cognitiva. Este movimiento lingüístico parte de la idea de que el lenguaje está basado en facultades cognitivas generales, como la percepción o la categorización, y que su estructura y funcionamiento es un reflejo de nuestra experiencia con el mundo. El libro ofrece una panorámica amplia, comprehensiva y actualizada de los principales desarrollos teóricos y metodológicos de esta disciplina desde su nacimiento hasta nuestros días. Los capítulos, escritos por especialistas de renombre internacional así como del ámbito hispanohablante, explican de manera clara y sucinta los aspectos principales de cada una de las teorías, e incluyen una breve bibliografía fundamental anotada para facilitar al lector la profundización en los distintos temas. El libro también cuenta con una extensa bibliografía general y un glosario bilingüe español-inglés / inglés-español de los términos clave de la Lingüística Cognitiva. En resumen, este libro pretende convertirse en la principal obra de referencia para cualquier estudioso del ámbito hispanohablante que desee iniciarse en una de las teorías más importantes en la lingüística hoy en día o simplemente para cualquier persona interesada en el estudio del lenguaje.
La primera parte de este volumen, Principales bases teóricas de la Lingüística Cognitiva, es la más breve de las tres que componen el libro. En ella Iraide Ibarretxe-Antuñano y Javier Valenzuela presentan una panorámica global de la Lingüística Cognitiva, que sirve como hoja de ruta de lo que el lector encontrará en la segunda parte del libro. Los autores comienzan describiendo el contexto histórico-lingüístico en el que la Lingüística Cognitiva emergió, así como sus postulados más relevantes. La Lingüística Cognitiva se presenta así como una reacción contra las premisas del Generativismo Chomskiano, una aproximación al estudio del lenguaje que se apoyaba en el innatismo y la modularidad, y que daba prioridad a la sintaxis sobre la semántica. En este contexto, según Ibarretxe-Antuñano y Valenzuela, la Lingüística Cognitiva introdujo un nuevo enfoque que puso el énfasis en: a) sostener que el lenguaje no es una facultad separada de los demás procesos cognitivos, sino una parte integral de la cognición general que comparte con ellos estructuras y habilidades; b) subrayar la importancia de la semántica y su carácter enciclopédico en el estudio del lenguaje; c) rechazar el objetivismo y apostar por el experiencialismo y la corporeización del lenguaje y d) enfatizar que la función y el significado condicionan la forma y no al contrario, es decir, que el lenguaje está basado en el uso. Una vez descritos y brevemente ilustrados con ejemplos clásicos los fundamentos de la Lingüística Cognitiva, los autores cierran el capítulo con una breve presentación de las principales corrientes que integran esta disciplina, así como de sus aplicaciones a aspectos concretos, tales como el estudio de la polisemia o la semántica diacrónica.







La segunda parte de esta obra, Modelos teóricos dentro de la Lingüística Cognitiva consta de once capítulos que describen con detalle las diferentes corrientes que convergen en lo que conocemos como Lingüística Cognitiva. En el primer capítulo, Javier Valenzuela, Iraide Ibarretxe y Joseph Hilferty describen los fundamentos teóricos y los objetivos de la Semántica Cognitiva, así como su aplicación en el estudio de la polisemia, la hiponimia y los campos semánticos. La Semántica Cognitiva aparece definida como el estudio de la relación entre la experiencia, la cognición corpórea y el lenguaje. En este sentido, los autores enfatizan la corporeización del significado como característica fundamental de la Semántica Cognitiva y se apoyan en la Teoría de los Esquemas de Imagen (Johson 1987) para explicar el substrato físico, social y cultural de nuestro sistema conceptual. Los autores también ponen de manifiesto la importancia del conocimiento enciclopédico para la construcción del significado y señalan que comprender una expresión implica activar uno o más dominios de nuestro conocimiento del mundo, los cuales actúan como la base sobre la que el concepto en cuestión se perfila. En este contexto, la emergencia del significado requiere de ciertas operaciones de estructuración conceptual como la imposición de figura y fondo, la elección de una perspectiva –que en términos lingüísticos se traduce, por ejemplo, en la asignación de la función de sujeto u objeto– o la selección del nivel de abstracción con el que elegimos describir una situación, general o específico.
La categorización ocupa gran parte de este capítulo también, ya que las relaciones de hiperonimia e hiponimia, la homonimia y la polisemia se presentan aquí, no como simples manifestaciones semánticas, sino como procesos de categorización en los que el nivel de abstracción, la prototipicidad y el parecido de familia intervienen decisivamente. En este contexto, los autores introducen la Teoría de los Prototipos, del Nivel Básico (Rosch 1973, 1975) y de los Modelos Cognitivos idealizados (Lakoff 1987) y describen su papel en el estudio de las relaciones semánticas mencionadas anteriormente.
En el segundo capítulo de este bloque, Los Esquemas de Imagen, Sandra Peña Cervel ahonda en uno de los pilares básicos de la Lingüística Cognitiva: la corporeización y su conexión con los esquemas de imagen. A pesar de la falta de consenso que existe entre los expertos a la hora de definir el concepto de esquema de imagen, Cervel opta por una definición tradicional aunque actualizada del concepto, que remite en términos generales a la propuesta por Johnson en 1987. Esta definición puede entenderse como una reafirmación y ampliación parcial de la lista de propiedades atribuidas a los esquemas de imagen por Hampe en 2005. Este capítulo proporciona también una amplia descripción de los esquemas de imagen reseñados por Johnson, así como de otros —los de emparejamiento, fusión y colección. En dicha descripción se sigue el modelo aplicado por Lakoff (1987), es decir, se definen sus componentes básicos, su lógica interna y se proporcionan ejemplos de sus manifestaciones lingüísticas. De especial interés resulta la sección sobre las taxonomías de esquemas de imagen. En ella se aborda la lógica de las relaciones de dependencia que existen entre los diferentes esquemas de imagen, así, por ejemplo, los esquemas de fuerza se presentan como subsidiarios del esquema del camino ya que comparten con él gran parte de su estructura. El capítulo termina con una revisión de los estudios llevados a cabo para determinar la realidad psicológica de los esquemas de imagen, así como de su aplicación en la enseñanza de segundas lenguas, el análisis de obras literarias y el estudio de los gestos que acompañan el discurso oral.










El capítulo 3, la Metáfora Conceptual, ahonda en uno de los aspectos más estudiados dentro del campo de la Lingüística Cognitiva. En esta sección, Cristina Soriano define y analiza los parámetros que caracterizan la metáfora conceptual, presentada como “un fenómeno cognitivo corporeizado y cultural” (p. 102). Además se apoya en descubrimientos y teorías recientes para abordar aspectos que en algún momento a lo largo de la historia de la metáfora conceptual han suscitado algún tipo de controversia. Ése es el caso del principio de invariabilidad, respaldado aquí, por ejemplo, por la Teoría de la selección de propiedades (Ibarretxe-Antuniano, 1999). Es especialmente destacable en este capítulo la claridad y concisión con la que se aborda la clasificación tipológica de las metáforas, una información que sin duda resulta muy provechosa no sólo para los lingüistas, sino también para expertos de otros campos que quieran poner a prueba la teoría de modo experimental. En línea con el resto del libro, Soriano acaba recopilando las evidencias lingüísticas y psicolingüísticas más recientes a favor de la metáfora y haciendo referencia a sus aplicaciones prácticas dentro y fuera del lenguaje, como en el diseño y creación de objetos de uso cotidiano.
En el capítulo 4, La Metonimia Conceptual, Antonio Barcelona hace una revisión crítica de las múltiples definiciones que se han usado para describir este mecanismo “de carácter primariamente conceptual” (p. 144). El autor propone una definición de consenso en la que la referencialidad se entiende como un rasgo fundamental y necesario, y en la que la proyección del dominio fuente sobre el dominio meta se produce por función pragmática dentro un modelo cognitivo idealizado con cierto grado de especificad (dominios funcionales). En este capítulo, se pone también de manifiesto la relación entre la metáfora y la metonimia al argumentarse que muchas de las metáforas conceptuales que existen, y en particular las orientacionales, tienen una base metonímica. Ése sería, por ejemplo, el caso de más es arriba, metáfora en la que se asocia un grado de verticalidad con la noción de cantidad. La última parte de este capítulo describe el papel de la metonimia en la organización de las categorías radiales, los procesos de blending, el estudio de la polisemia y las implicaturas conversacionales.
Los Espacios Mentales y la Integración Conceptual, quinto capítulo del volumen, desarrolla la teoría introducida por Fauconnier y Turner. En esta teoría los espacios mentales constituyen el espacio referencial que en la semántica objetivista se le atribuía al mundo real, y las expresiones lingüísticas son un conjunto de instrucciones que ponen en marcha procesos cognitivos generales (Fauconnier 1997). Tal y como apunta Esther Pascual, esta aproximación al significado permite explicar conceptualizaciones nuevas, espontáneas y menos estables que las basadas en proyecciones metafóricas. Tales procesos implican la integración de dos espacios mentales través de una serie de mapeos que resultan en un tercer espacio, amalgama. Este tercer espacio mental tiene su propia estructura emergente y sus propiedades no pueden predecirse de los espacios mentales de entrada. Dicho esto, Pascual describe con detalle los diferentes tipos de amalgamas recogidos por la literatura e ilustra su uso para resolver casos de referencia indirecta u opaca. Finalmente señala su valor en el estudio del discurso publicitario o periodístico, así como en el diseño de objetos tales como mapas o relojes.
Otro enfoque desarrollado para el estudio de la semántica es el tratado en el capítulo 7, La Semántica Conceptual. En este capítulo, Paula Cifuentes repasa los postulados básicos de la teoría desarrollada por Talmy entre los años sesenta y ochenta. Dicha teoría pone el énfasis en la corporeidad del significado, puesto que parte del presupuesto de que el lenguaje refleja nuestra estructura conceptual, que a su vez es un reflejo de nuestra experiencia corpórea y “es por ello por lo que podemos decir que el lenguaje es conceptualización” (p. 190) y, por tanto, una ventana abierta al sistema conceptual. Según Talmy (2000), el sistema conceptual consta de dos subsistemas: el de estructuración y el de contenido conceptual, los cuales se codifican en términos lingüísticos mediante las categorías cerradas y las abiertas respectivamente. Cifuentes, como Talmy, se centra en la descripción del subsistema de estructuración y sus cinco componentes. Mediante ejemplos lingüísticos de gran valor ilustrativo muestra cómo estos subsistemas permiten, entre otras cosas, imponer estructura espacial y temporal sobre una escena; aplicar una perspectiva o distribuir la atención en términos de figura y base. En consonancia con el espíritu del libro, este capítulo también hace referencia a las actualizaciones que la teoría de la Semántica Conceptual ha experimentado en los últimos tiempos. Tal es el caso de la reciente incorporación de un quinto sistema, el del estado cognitivo. Finalmente, el capítulo aborda los últimos avances en la clasificación tipológica de las lenguas según los patrones lingüísticos empleados para describir el movimiento. Según refleja el libro, la clasificación binaria de Talmy ha dejado paso a una nueva que no sólo incluye las lenguas de marco verbal y satélite, sino un tercer tipo conocido como lenguas de marco equipolente.

Evaluación crítica

El presente volumen, cuyo objetivo es ser una obra de referencia básica, proporciona una panorámica concisa y actualizada de los principales pilares teóricos y corrientes que conforman la Lingüística Cognitiva, al tiempo que también establece conexiones y comparaciones con otras disciplinas, tales como la Teoría de la Relevancia, el funcionalismo o la gramática generativa. Todo ello hace que consiga así con éxito su propósito.
La accesibilidad del libro en general es alta. Los autores proporcionan al lector una amplia gama de ejemplos para ilustrar los conceptos tratados, así como figuras y tablas de resumen que ayudan a fijar conceptos y establecer comparaciones con otros enfoques. En ocasiones, sin embargo, algunos capítulos pueden abrumar al lector, en particular a los no iniciados, dada la complejidad de las ideas que abordan. No obstante, el hecho de que cada capítulo incorpore una bibliografía básica anotada con referencias clásicas y recientes en inglés y castellano subsana este potencial inconveniente. La bibliografía anotada tiene una doble función: por un lado, permite a los lectores profundizar en aspectos particulares de su interés, una vez leído el capítulo, y, por otra, da a los no especialistas la oportunidad de usarla como material apoyo para ganar en comprensión cuando les sea necesario.
Un aspecto muy interesante de esta obra, que también contribuye a su accesibilidad, es que el lector puede entenderla como una unidad o como una colección de artículos. Esto es posible ya que, a pesar de ser una obra con 18 autores, sigue una estructura homogénea y hace un esfuerzo por establecer conexiones entre los diversos capítulos mediante referencias internas. Esto otorga unidad a todo el conjunto. Al mismo tiempo, sin embargo, cada capítulo es autosuficiente en sí mismo con lo que puede leerse de manera independiente. Como consecuencia, dos métodos de lectura son posibles: el lector puede abordar la obra secuencialmente y obtener una visión global y coherente de la Lingüística Cognitiva o centrarse sólo en aquellos aspectos que sean de su interés y leer capítulos aislados.
Más allá del contenido y la organización de este volumen, otro aspecto muy destacable es el glosario español-inglés / inglés-español que se incorpora al final del libro y que recoge terminología básica de este dominio de conocimiento. Por un lado, el glosario ayuda a los lectores no familiarizados con la Lingüística Cognitiva a abordar un estudio más en profundidad de la bibliografía escrita en inglés y, por otro lado, puede usarse como referencia entre autores hispanohablantes para unificar la traducción de ciertos términos en castellano.
En definitiva, este volumen es sin duda una valiosa y completa introducción a la Lingüística Cognitiva, que da cobertura a todas sus principales teorías y en la que el lector puede dejarse guiar por autores de reconocido prestigio en un viaje exploratorio por los rasgos que la definen y diferencian. Lingüística Cognitiva es un libro de obligada lectura no sólo para los que quieran iniciarse en este campo, sino también para estudiosos de otras disciplinas y para aquellos que quieran estar al día de los últimos avances en la Lingüística Cognitiva.